| | |

Conocer sus intenciones, ¿es posible?

El artículo de hoy ha sido sugerencia de una señorita. Me propuso escribir algo para aquellas de vosotras que por lo que sea recibís pretendientes casi siempre que salís por las noches de fiesta, y no sabéis cómo conocer sus intenciones antes de pasar por un momento incómodo.

Nora una vez más. Fiestera ella. ¿Podrías conocer sus intenciones por su expresión o su aspecto? ;)
Nora una vez más. Fiestera ella. ¿Podrías conocer sus intenciones por su expresión o su aspecto? 😉

Chicos, este artículo también os puede venir bien a vosotros.

Prestemos atención, porque es toda una revelación.

Introducción: por qué querríamos conocer sus intenciones

Todos tenemos claro que uno de los principales bloqueos mentales de una persona en busca de pareja, salvo que esté en una etapa liberal y no quiera compromisos, es el de equivocarse al confiar «demasiado deprisa» en un desconocido. 

Una de las preocupaciones que este bloqueo les genera es la de conocer nuestras intenciones para después de que algo ocurra entre nosotros.

Hasta aquí no he dicho nada que no sepamos ya, pero el caso es que se escapa por evidente.

Cualquiera de nosotros podemos catalogar a un potencial amante por la directa en las categorías de «sólo quiere sexo» o de «busca algo más»; y decidir en función de ello si nos conviene seguir en contacto con esa persona.

Aunque aquí no está todo hecho. ¡No es tan simple conocer sus intenciones!

En realidad no es tan sencillo juzgar las intenciones de una persona, y las interpretaciones generales pueden ser muy subjetivas.

Una persona que parezca desinteresada a priori, puede en realidad estar muy interesada en mantener una relación; aunque por lo que sea no pueda estar siempre en contacto, por ejemplo.

La gran movida con todo esto es que, de entrada, te pueden catalogar como alguien que «sólo busca sexo» por defecto (pues el momento social y cultural nos predispone a comportarnos así, de hecho)…

Y tanto luchar contra eso como dejarlo estar te suele llevar a la misma conclusión.

Es decir: a joder algo que podría haber pintado muy bien si hubieras tirado de claridad, apertura, honestidad y vulnerabilidad. Porque, como decía mi abuela, más vale una vez colorado que ciento amarillo.

Y antes de joder las cosas, ¿podemos conocer sus intenciones a ciencia cierta?

Podemos conocer lo que digan sus palabras y lo que interpretemos de sus gestos.

Ahora bien, la intención final casi nunca se sabe, especialmente si no ha llegado a pasar mucho… Y de hecho, si ya ha pasado algo, puede que deje de pasar radicalmente por andar buscando la cuadratura del círculo.

Y ante un caso de esos, ¿de quién fue la culpa aquí? De una malinterpretación, probablemente.

Por eso, la cuestión es que al menos, mi consejo sería dejar una puerta abierta. Veámoslo de este otro modo.

¿Cómo superar la obsesión por conocer sus intenciones?

¡Dedicándonos a una vida sin mareos! Y para ello, un consejito rápido.

Quienes me conocéis sabéis que mido las interacciones (cuando tengo que medirlas de algún modo) sobre este esquema de etapas:

– Conocerse: Desde el encuentro y la primera charla, hasta que por lo que sea establecéis contacto. Todo esto incluye hasta el punto en que os dáis un medio de contacto.

– Descubrirse: Una vez llegamos al caso de tener ese contacto con la persona, empezamos (al menos normalmente) a preocuparnos por saber mas sobre ella y su mundo interior. Buscamos los detalles y aprendemos sobre su vida y su forma de hacer las cosas, así como su forma de ser. En esta fase es donde debería emplazarse la búsqueda de las intenciones.

– Profundizar: Es lo que suele ocurrir cuando descubres las intenciones y te sientes conforme y cómod@ con ellas. Alcanzas un nivel mayor de intimidad, de proximidad, y aquí es cuando pueden aparecer los momentos de cama.

¿Por qué estas categorías y no unas sacadas de la psicología o de la industria del ligue?

Por conveniencia y por preferencia, y me explico a continuación.

Este esquema que presento es bastante flexible e intuitivo.

Además de muy representativo del asunto, porque hay gente que empieza por acostarse y luego se conocen mejor; hay gente que se lía sin conocerse, luego se conoce y si se gustan se acuestan y se siguen descubriendo…

Vamos, que fluye como la vida misma.

Lo que pasa en una relación no tiene por qué pasar en ese orden, pero es el más usual

Y el que más me gusta a mi, ya que me ha ayudado a cimentar mis relaciones en la claridad y la comunicación abierta.

Bueno, ahora voy a llevar las cosas al punto que buscaba.

Para conocer las intenciones de alguien no deberíais dejaros llevar por las primeras impresiones.

Especialmente según el contexto donde se haya producido ese contacto inicial. Por ejemplo, usemos el cliché de la fiesta y el ligue nocturno.

Lo mínimo que se puede hacer es propiciar una ocasión lejos de la noche, de la fiesta, la música y de ese ambiente tan predispuesto al ligue promíscuo y sin compromiso.

Si prejuzgas a una persona en ese primer ambiente, estarás errando mucho.

¿Por qué?

Por las máscaras que nos ponemos y la falta de una constante sobre la que basar tus juicios.

O traducido a español de calle, simplemente porque pocas personas se comportan realmente como son en las noches de fiesta o en un primer contacto.

Según sean las personas que tienes delante; pueden mostrarse como más abiertos, más cerrados, más fríos o todo lo contrario: más cercanos, más sexuales o más cortados.

Y ese carácter nocturno no tiene por qué coincidir con la persona que conocerías fuera de la euforia nocturna. E igual va por cada situación que se te ocurra.

¡Seguro que incluso a ti te pasa que das impresiones erradas!

En mi propia experiencia y en mi rotunda opinión, yo mismo sé que doy la impresión de frívolo y de que no quiero nada serio con nadie…

Así pues, puedo hablar un poco desde este punto de lo que ocurre cuando os encontráis con ello.

Suele pasar que perdéis la ilusión o todo lo contrario. Algunas veces incluso os proponéis ser las que cambien esa decisión.

Ambas cosas pueden ser jodidas. Cuestión de hacerse castillos en el aire y que se caigan.

Sin embargo, quien se molesta en conocerme sabe que tengo mis propias razones para ello.

Sabe que normalmente no busco una relación porque exige unos sacrificios que no puedo afrontar ahora mismo; pero que sin embargo me mantengo abierto a las posibilidades sin atarme a ellas.

Esa es mi circunstancia, pero hay millones más.

A cualquier persona siempre le va a gustar sentirse especial, y sentirse única.

Y eso es complicado si llevas una vida en la que las potenciales parejas y amantes, por muy especiales que sean todas; entran y salen constantemente de tu círculo.

Además, ¡a nosotros mismos también nos gusta sentirnos así!

Con lo cual, la solución más obvia vuelve a ser no marear ni dejarse marear.

Una conclusión algo evidente

Bueno, para ir cerrando el escrito, os dejo una invitación: 

Tratad de propiciar una ocasión, tanto vosotras como vosotros, en la que podáis conocer la cara de las personas detrás de la fiesta y el jolgorio… O de la torpeza y la norma de lo políticamente correcto.

Porque en una noche de fiesta puede que sólo se quiera sexo, un baile, una sonrisa, un beso… Todo lo que se pueda rascar, por supuesto, y ojalá que te recuerden con cariño.

Pero… Y después, ¿que ocurre?

Solo lo sabremos si lo intentamos y vemos que pasa. 😉

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *