Sigamos bailando con la vida, llueva o nieve...
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Sigamos bailando con la vida

No hay nada como una serie de rupturas mayores concentradas al principio del año para tumbar todos tus límites y hacerte reaprender y replantear toda tu experiencia de ti.

Hablemos en términos más sencillos. Es más, qué cojones: sácate una buena medida de tu trago favorito y algo para acompañar. Hablemos de esto como amigos y relajemos las distancias.

Abro este texto con una reflexión cojonuda y peligrosa, porque a más de uno le puede dar el impulso de provocar rupturas en su vida sin necesidad. Cojonuda es porque también es pertinente… Y porque si me conoces y estamos lo bastante conectados, ya te habré hablado sobre ello.

A finales del año pasado pasé por quirófano para arreglarme un estropicio en la rodilla y eso me cambió la vida entera…

Hasta ahí puedes esperar lo típico: se rompe totalmente mi rutina habitual y mi estilo de vida (aunque ya había tenido que hacer cambios drásticos a lo largo de los últimos meses) y algunas de mis relaciones también se vieron afectadas.

Para mi sorpresa, una de ellas fue la relación que más importancia tenía para mí en ese momento. Y este hecho me ha estado tocando los cojones soberanamente desde entonces.

La relación que tenía con quien llamaba mi pareja, es la que tuvo que mutar y quedarse en una gran y profunda amistad. Por supuesto, sin momentos eróticos.

Y es muy probable que te estés planteando gritarme a la cara un sonoro «¡hipócrita!»; por todo lo que llevo predicado en esta casa y en mis redes y charlas sobre preferir una soltería consciente.

¿Qué pasó para tener una pareja hasta entonces y cortar a partir de ahí?

Mi rodilla no fue una causa. Simplemente fue una señal de que había que ceder al cambio que se venía gestando desde tiempo atrás…

Y eso que cuando conocí a esta persona ya tenía la rodilla jodida, aunque no afectaba mucho a la relación en sí.

Ahora, hablaré sobre la posible sensación de incongruencia por haberme centrado en una relación durante casi dos años; mientras por otro lado hacía campaña a favor del amor libre. Sobre eso y sobre su más que posible efecto en nuestra ruptura.

Cambié mis principios a medida que fui creciendo personalmente, y eso le dio a la otra persona la sensación de que podía pisotearlos impunemente

Esa es mi conclusión al menos. La conexión sucedió inesperadamente –pero no por ello menos de agradecer– y no quise evitarlo.

Al fin y al cabo, era otra de mis etapas bailando con la vida. Un primer ensayo del cambio de acuerdos en una relación auténtica.

Iniciamos como amigos con derechos, y mantuvimos una relación abierta. La propuesta de centrarme en ella llegó casi a los dos años y pensé en probar a aceptarla. Al fin y al cabo, estábamos lo bastante bien como para ignorar un par de señales de alarma que supe reconocer y apostar por la relación.

Sí, eso he dicho. Aposté por una relación que me daba algo de yuyu por probar la experiencia.

Pasé de estar bailando con la vida a tropezarme con ella, más bien…

Como te digo, aposté a una relación y terminé fallando mi apuesta. Y lo hice incluso a pesar de que, como todo el mundo sabe, soy más bien un anarquista relacional.

Me explico, ya que puede que no conozcas este concepto.

Ahora que hay más conciencia sobre las relaciones no monógamas, alguien decidió nombrar así a las personas que nos tomamos las relaciones íntimas como las de amistad.

Esto es, con grados de intimidad variables y siempre ajustados a la peculiaridad de la relación misma, sin necesidad alguna de etiquetar las cosas pero con la claridad siempre por delante.

Evidentemente, me ha pasado factura tomarme todas mis relaciones con un grado elevado de incertidumbre y de cercanía.

También es una de las razones por las que he preferido el día a día y el contacto directo con las personas, en vez del mediado por una pantalla y un texto al azar en mi blog. Y hasta hace no mucho no me apetecía demasiado el contacto íntimo porque por dentro no me sentía ni bien ni mal, sino sencillamente incapaz de darme a mí mismo en la mejor de mis condiciones.

Digamos que me tomé muy en serio eso del «fuck yes! or no» que le leí si no recuerdo mal a Mark Manson. O lo que es lo mismo, la actitud (típica en mí como puede atestiguar cualquiera que me propone planes) de que si algo me entusiasma de entrada me lanzo de cabeza, y si no me tira tan poderosamente, me busco la vida por otro lado.

Y dado que perdí el paso y dejé de estar bailando con la vida, me tocó recuperar el ritmo y el toque.

Me ha hecho falta dar un, dos, tres pasos atrás. Vuelta, paso amplio y cuarto de giro. Arrancada y salto mortal.

Me ha hecho falta entrar tanto en mí mismo como para ser capaz de verme como si estuviese fuera de mí. O, por aliviarte un poco de paradojas, como para ver cuánto de mí estaba enajenado y fuera de su tónica y vibración habituales.

Y para colmo, me ha tocado hacerlo desde el puesto de quien además observa y conoce tanto como puede a otros en iguales circunstancias. Lo que hizo que me remitiera únicamente a las personas a quienes podía atender sin sentirme yo mismo incapaz de entrar en conexión y tener una comunicación auténtica y compatible. Imagínate la putada para mi bolsillo, ya que esto es mi actividad económica principal… Y luego ve más allá e imagina la putada que supone como persona que tiende lazos y no sólo una relación comercial.

Por eso también comencé el año animando a acercarse a mí a cualquiera que se sintiese preparado para hablar, compartir experiencias, y quitar todas las máscaras posibles. Y por eso escribí menos y conversé más.

Escribo esto hoy porque, curiosamente, hoy he encontrado el momento y el ritmo precisos para hacerlo.

Si me tienes en Facebook o llevas leyéndome el tiempo suficiente, ya hemos hablado de tiempos y ritmos.

No sólo he vuelto a encontrar el momento y el ritmo para compartir pasión, emoción y sexo (ya que la intimidad nunca la pierdo); sino la forma cómoda y útil de actuar. De confluir.

Así que te invito a caminar juntos y compartir ese camino. A crear experiencias que, dentro de su naturaleza de ficción necesaria con el fin de superación y descubrimiento, como poco, respeten tu naturaleza y tu derecho a ser. Y como mucho, que sean autógenas y ganes la capacidad de invitar elegante y graciosamente a otros a compartirlas.

Esto es, por supuesto, una invitación a su vez a que contactes conmigo, nos conozcamos, me cuentes lo que te preocupa y descubramos cómo puedo ayudarte a romper de buena manera y reconectar lo que debas.

Sigamos bailando.


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